Lara Chagoyán, Roberto, 2020. El constitucionalismo mexicano en transformación: avances y retrocesos. México, Instituto de Estudios Constitucionales del Estado de Querétaro – Tecnológico de Monterrey, 268 pp.

A más de diez años del afamado “cambio de paradigma constitucional” en México, tal parece que la realidad dista bastante de lo prometido. Tal vez, el panorama se haya visto tristemente mermado por lo mismo de siempre: expectativas altas, mucho ruido y pocas nueces, campanas al vuelo que proclaman una exacerbada fe en que cambiar el Derecho conlleva, necesariamente, cambios positivos en la sociedad.

Aunado a esto, mientras una renovada clase política proclama la transformación de la vida pública, el actual panorama jurídico del país se vislumbra tan incierto como azaroso, debatiéndose entre los nuevos bríos que propone el discurso oficial y su carácter conservador…, conservador no en el sentido ideológico, o por lo menos no del todo, sino en su faceta que propone seguridad y certeza ante la indeterminación. 

Así, puede ser que el pasado sea atractivo y la nostalgia se torne una salida fácil ante el presente que se nos despliega. Sin embargo, esto es muchísimo más complejo. Por eso vale la pena atemperar ánimos y procurar un discurso que pueda poner en balance los aciertos y los desaciertos respecto a cualquier fenómeno que se desee abordar. Equilibrando la balanza en un punto medio que pueda, en la medida de lo posible, emitir un juicio respecto a lo que es ambicionado mantener, corregir o, incluso transformar. 

Es precisamente ahí donde asoma el nuevo libro del profesor Roberto Lara Chagoyán, alguien por demás calificado para escribir sensata y mesuradamente sobre el estado que guarda el Derecho en México. Un jurista que, sin poner el grito en el cielo, tiene la capacidad para alertar sobre los graves riesgos que enfrenta incesantemente el sistema jurídico nacional y que, al mismo tiempo, también resulta profundamente propositivo por tomar una actitud sincera respecto a las cosas que se han realizado bien. 

Y es que estas virtudes, en definitiva, solo pueden ser cultivadas por alguien que ha decidido emprender varios caminos profesionales al mismo tiempo, que sin desatender su faceta como teórico del Derecho y profesor de argumentación, durante años ha ejercido como jurista práctico, pero no solo eso, sino que también se ha desempeñando en puestos administrativos, como lo hizo durante su encargo como director general del Centro de Estudios Constitucionales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En ese sentido, habrá que destacar la importancia de contar con este tipo de perfiles dentro de la judicatura, mediando entre el pragmatismo rutinario de miles de cuestiones burocráticas y la indispensable necesidad de reflexionar y elevar las miras más allá de las mismas, es decir, oscilando entre el derecho en acción y el derecho en los libros. Desplegando, precisamente, una visión del Derecho alejada de la ciencia pura y dura, o bien de narrativas ideologizadas hasta el extremo, en pocas palabras, entendiendo al Derecho como una práctica social orientada por valores para conseguir ciertos fines. 

Por eso, la importancia del libro El constitucionalismo mexicano en transformación: avances y retrocesos, una obra publicada por el Instituto de Estudios Constitucionales del Estado de Querétaro y el Tecnológico de Monterrey, que da cuenta sobre las tensiones que han existido en los últimos tiempos entre la cultura jurídica mexicana y el constitucionalismo. La analogía que utiliza el profesor Lara para abrir boca respecto al tema que expone es la de una relación que se encuentra lejos de un “matrimonio feliz, aunque no se avizora un divorcio cercano”, dicha equivalencia resulta adecuada en el sentido de saber que la Constitución y su impacto en la estructuración del orden común, como cualquier fenómeno de fuente social, no es algo estático, ni mucho menos una representación abstracta o meramente simbólica.

Y aunque, en estos tiempos, el discurso retórico y la verborrea política tal parece que se han encargado de expropiar ciertas palabras del vocabulario común (no por nada Cortázar alguna vez mencionó que: “existen palabras que, a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad”), la idea que encierra la expresión “transformación”, independientemente de sus actuales e irremediables referencias ideológicas, implica el paso del tiempo, la posibilidad de que solo aquello que es posible evaluar se puede llegar a cambiar, porque sino, en todo caso, serán palabras al viento, ejercicios vacuos que puedan arrancar el aplauso en alguna coyuntura y posicionarse temporalmente en el imaginario colectivo pero su trascendencia se verá bastante limitada.

Cuestiones semánticas aparte, lo cierto es que el recorrido que realiza el autor, a lo largo de seis apartados, muestra una fotografía bastante nítida de algunos avances y retrocesos, de algunas “historias de éxito” y otras tantas desavenencias en el matrimonio constitucional antes aludido. Así, la obra analiza temas que van desde problemas de teoría del Derecho, constitucional y derechos humanos (capítulo 1 y 3), pasando por el análisis experiencial y cuantitativo de aspectos adjetivos en el actuar cotidiano de la Suprema Corte como lo son las sentencias (capítulo 2) —incluido el estudió crítico de las mismas (capítulo 4 y 5)—, hasta el análisis de normas constitucionales en específico (excurso). 

Por motivos de espacio, y tal vez inconscientemente por interés propio, realizaré un comentario particular sobre el primer capítulo del libro denominado: “El constitucionalismo mexicano a examen: cinco desafíos teóricos y diez preocupaciones prácticas”, que, a mi consideración, no solo sirve como pórtico al desarrollo de los demás capítulos sino que también se puede entender a manera de pararrayos ante las dudas que surjan de la lectura integral de la obra. 

El capítulo en cuestión inicia exponiendo un diagnóstico sobre el fenómeno de la constitucionalización en México desde un plano teórico, en el que se presentan las principales oposiciones entre aspectos que lo van configurando (por citar algunos: objetivismo v. escepticismo, formalismo v. activismo, supremacía v. soberanía…), cuestiones, por demás complejas, que el profesor Lara sintetiza de forma perspicaz para finalizar decretando un decálogo con distintas ideas de índole práctica que procuren la consolidación y el éxito de la Constitución como horizonte regulativo de la vida social. Cabe destacar que resulta difícil no estar de acuerdo, en mayor o menor medida, con cada una de las preocupaciones conclusivas que propone el autor; la urgente necesidad por repensar los esquemas tan endebles sobre los que se sostiene la cultura jurídica nacional, indefectiblemente, pasan por reformar la ley de amparo, cambiar el sistema de precedentes, elevar el nivel de la abogacía, una enseñanza del Derecho más abierta y mejores capacitaciones para los operadores jurídicos… En todo caso, quizá, el principal problema seguirá siendo la falta de voluntad política y la ausencia de liderazgos que puedan concretar cambios más allá de la parafernalia o que intenten aterrizarse no solamente en la teoría. 

Qué bueno que importe tanto la Constitución y el constitucionalismo, no cabe la menor duda. Sin embargo, ya vaya siendo hora de que también nos importen no solo las personas que interpretan y aplican la Constitución sino, y sobre todo, aquellos a quienes más les ha quedado a deber la Constitución y el constitucionalismo; los millones de pobres que no tienen cubiertas sus necesidades básicas, esos que sistemáticamente han sido excluidos del acceso a la justicia. 

Y es que, las profundas desigualdades que día tras día cimbran el pacto social, el creciente influjo de los actores privados en las decisiones públicas, los populismos de izquierda y de derecha, un sistema económico cada vez más injusto, entre muchos otros factores, son fenómenos a los que el constitucionalismo no puede ser ajeno, son temas que por más que cambie la cultura jurídica mexicana, o el constitucionalismo con denominación de origen se transforme, difícilmente podrán verse reflejados para bien en nuestro entorno. Porque, habrá que insistir, y creo que ese es una de las mejores lecciones que arroja una lectura atenta del libro, ni toda transformación es necesariamente buena, ni la transformación implica sentar mejores bases para el futuro… Tristemente, sospecho que la transformación del constitucionalismo mexicano es la mejor prueba de ello. 

Porque, al día de hoy, resulta imposible negar que no ha habido un intenso cambio en las dinámicas que vinculan a las nociones del movimiento constitucionalista y la cultura jurídica nacional. De ahí, el oportunismo de la palabra transformación, un concepto tan atractivo como peligroso que refiere a la realización de determinadas acciones para que algo cambie de forma, aunque no necesariamente de substancia, generando, tal vez, algo distinto pero sin alterar del todo su esencia.

En resumidas cuentas, El constitucionalismo mexicano en transformación: avances y retrocesos devela múltiples retos que enfrenta nuestro sistema jurídico en tiempos de cambios. En momentos en los que parecería que la única alternativa posible es la instauración de una supuesta transformación política, y por ende jurídica, a partir del borrón y cuenta nueva (del machete, que no del bisturí), el libro del profesor Lara Chagoyán lanza una invitación a definirse, a asumir posturas y emitir juicios pero no sin antes haber realizado un proceso reflexivo respecto a lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal, en relación a aquello que puede definir la vida de las personas, es decir, a la importancia de tomarse en serio al Derecho, de comprenderlo no como algo que socialmente se va transformando sino como una herramienta de transformación social.

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