En este post analizaré la forma en que los populistas han atacado a la ciencia y a los científicos en su intento de construir verdades alternativas durante la pandemia. Recientes investigaciones han mostrado cómo los populismos han intentado politizar la pandemia (como suelen hacer con las crisis), pero no han conseguido sacar ventaja de la crisis sanitaria.
La pandemia ha revelado, por un lado, algunas de las falacias de los populistas, contribuyendo por ejemplo al fin de la presidencia de Trump, pero, por otro lado, también ha reforzado paradójicamente el vínculo directo entre los líderes populistas y las masas. Piénsese en la breve declaración de Donald Trump en la Casa Blanca el 3 de noviembre de 2020 en la que reivindicó su victoria sobre Biden. En aquella ocasión, sin llevar cubrebocas, se dirigió a «su gente», que no respetaba el distanciamiento social y tampoco llevaba mascarillas. Aquella declaración estaba en perfecta sintonía con el planteamiento de Trump ( también realizado por Bolsonaro y otros líderes populistas) ante la pandemia, un planteamiento que se caracteriza desde el principio por una relación conflictiva con la ciencia y los científicos.
Como señaló Graber, “El COVID reveló hasta qué punto los ataques a la política basada en la evidencia son parte integral del desafío populista de derecha a la democracia constitucional en los Estados Unidos y en otros lugares”. De hecho, los líderes populistas cuestionan no solo lo que llaman la “mainstream narrative”, sino también las evidencias científicas. Al hacerlo, los líderes populistas apuntan a aquellos científicos que intentan cuestionar su versión de los hechos y desafiar la desinformación producida por ellos. En este sentido, los científicos son el objetivo de los populistas que afirman que mienten cuando cuestionan la narrativa respaldada por el líder populista porque éste es la única fuente de la verdad. El caso estadounidense vuelve a ser emblemático. La presidencia de Trump ha dejado un legado al contaminar el debate político. Por ejemplo, recientemente, el antiguo asesor comercial de la Casa Blanca de Trump, Peter Navarro, citó una teoría conspirativa que llamaba al COVID 19 el «virus Fauci«.
Para explicar la relación entre desinformación y populismo, Nadia Urbinati acuñó el término objectocracy (“objetivocracia”): “Propondría acuñar el término objectocracy. Antes de convertirse en el motor del M5S, el blog de Grillo era una plataforma que recogía y difundía noticias que reivindicaba como evaluaciones ‘verdaderas’ u ‘objetivas’ de los problemas, frente a los medios de comunicación que tildaba de parciales o tendenciosos del periodismo establecido. El mito de la objetividad fue, desde el principio, una marca distintiva del movimiento y, como se mencionó anteriormente, una posible implicación del antipartidismo. Anclado en el potencial del Internet, entre las ambiciones de este populismo post-partidario estaba el objetivo fundamental de desmantelar la política parlamentaria (por ejemplo, los ataques de Grillo a la representación libre de mandatos, han sido persistentes en estos años) ”.
El término fue utilizado por Urbinati para describir el enfoque del Movimiento Cinco Estrellas, que ha sido definido -junto con el Partido Pirata de Islandia- como un ejemplo de partidos digitales, por su uso de Internet como herramienta de desintermediación. La objectocracy tiene mucho que ver con la forma en que el Movimiento utiliza Internet para crear información alternativa y fomentar conspiraciones, pero es aplicable a otros populismos.
El mito de la objetividad fue, desde el principio, una marca distintiva del Movimiento Cinco Estrellas y una posible implicación del antipartidismo. Otros estudiosos subrayaron que “Al construirse a sí mismos como buscadores de soluciones ad hoc a problemas específicos, los representantes de M5S socavan la posibilidad de una confrontación ideológica entre visiones adversarias de la sociedad”.
La política, para Grillo, es esencialmente una vana contienda ideológica y en un visionario documental titulado Gaia – El futuro de la política, el último gurú del movimiento, Gianroberto Casaleggio, imaginó un mundo sin partidos políticos. Esto es coherente con la objectocracy.
Si es posible encontrar y aplicar una verdad objetiva, ¿por qué deberíamos perder el tiempo en discusiones políticas? No es casualidad que para los populistas “la mediación política se presenta como fuente de la ineficiencia y la corrupción”. Siguiendo este razonamiento, si la mediación política es ineficiente y si la discusión política es una pérdida de tiempo, la conclusión es que los partidos políticos son solo factores de fragmentación y parálisis política y que los políticos profesionales no son necesarios, según la lógica “uno vale uno”, lo que significa que cada miembro de la comunidad política tiene el mismo valor.
Los populistas reivindican una evaluación “verdadera” u “objetiva” de los problemas. No solo contra los medios de comunicación de opinión y el periodismo establecido, sino también contra la ciencia. Para entender la objectocracy hay que recordar uno de los ingredientes del populismo, la política de la identidad. La política de la identidad consiste en presentar a la mayoría como una entidad monolítica investida de superioridad moral, en contraposición a la élite, que a menudo es representada como corrupta. «Los populistas combinan el anti-elitismo con la convicción de que poseen una visión superior de lo que significa ser un verdadero ciudadano de su Estado». Aquí se puede ver de nuevo la actitud reduccionista del populismo, que tiende a describir a todos los que no se pueden remontar a la mayoría como los «otros». Este enfoque dicotómico y esta necesidad del enemigo han llevado a Müller a subrayar el sabor schmittiano del populismo. Como señaló Abromeit al comentar a Müller, el populismo apela a una «Volksgemeinschaft mítica» (comunidad popular) y construye «imagined communities» (comunidades imaginadas) mediante la búsqueda de enemigos políticos. Esto también explica el enfoque ampuloso que suele caracterizar la retórica populista. Los populistas necesitan «muros» para marcar una frontera entre lo que ellos afirman que es el pueblo «real» y los demás, y construyen la identidad excluyendo a los competidores políticos del círculo de legitimidad.Según esta narrativa, los científicos son vistos por los populistas como parte de los «otros» y tienen un papel en la supuesta trama de noticias falsas destinadas a boicotear la virtud de los líderes populistas.
La falta de control que sigue caracterizando a Internet en muchos casos ha permitido que se difunda mucha información falsa y que prolifere el movimiento antivacunas. El Centre for Countering Digital Hate (CCDH) argumentó en un informe que el creciente movimiento antivacunas “podría socavar futuros programas de vacunación contra el COVID-19”. Esto ya ha ocurrido parcialmente. En Italia, algunos políticos destacados han adoptado en el pasado una postura anti-vacuna: es el caso de una de las integrantes del Movimiento Cinco Estrellas, Paola Taverna, actual vicepresidenta del Senado italiano. En particular, en el caso italiano, el éxito en las elecciones generales de 2018 de la Lega y el Movimiento Cinco Estrellas dio un nuevo impulso a este debate, ya que “en sus campañas electorales, ambos partidos se habían opuesto tajantemente a la política de vacunación, planteando repetidamente objeciones pseudocientíficas, en particular a las inyecciones de MMR (sarampión, paperas y rubéola)”. Incluso antes del estallido de la pandemia, se había sugerido que el movimiento antivacunas era uno de los componentes del movimiento populista, ya que «El populismo y el escepticismo ante las vacunas están impulsados por sentimientos similares: desconfianza y animosidad hacia las élites y los expertos». Una interesante investigación centrada en el caso polaco demostró la importancia de YouTube en la difusión de los argumentos antivacunas. El análisis de los vídeos estudiados en el artículo revela que “los eslóganes de la defensa de la ‘gente común’ contra las ‘élites corruptas’ en la dimensión médica indican una aversión a la ‘conspiración médica’ y a los médicos corrompidos por los intereses farmacéuticos. Al igual que los populistas de derechas”.
Estos fenómenos han producido un clima de desconfianza en la ciencia y en los científicos y han acabado por contaminar también el debate sobre la vacunación.
Las señales de impugnación de la ciencia se pueden encontrar también en otros lugares, como confirma el crecimiento de diferentes movimientos antivacunas en Brasil, México y otros lugares.
La campaña de vacunación no solo se ha convertido en una cuestión geopolítica internacional, sino también en un tema que divide a la esfera pública, y la web ha fomentado esta división. Investigaciones recientes muestran que “los grupos en contra de la vacunación ofrecen una amplia gama de narrativas potencialmente atractivas que combinan temas como la preocupación por la seguridad, teorías de conspiración sobre la salud, el uso de medicina alternativa y ahora también la causa y la posible cura del virus COVID-19. Esta diversidad narrativa en los movimientos antivacunas es consistente con diversos informes en la literatura. Por el contrario, las opiniones a favor de la vacunación son mucho más monotemáticas”.
Si bien durante la pandemia y hasta ahora, los populismos no han logrado sacar ventaja de la crisis sanitaria, lo que es evidente es que existe una afinidad ideológica clara entre éstos (especialmente los de derecha) y los movimientos antivacunas. Lo que parecía una minoría marginal ha resultado ser un bloque duro (aunque heterogéneo en sus motivaciones) que está amenazando -con la escasez de dosis y los retrasos en la producción- el éxito de la campaña de vacunación.
Cita recomendada: Giuseppe Martinico , “Populismo pandémico: El caso de la “Objectocracy» IberICONnect, 10 de agosto de 2021. Disponible en: https://www.ibericonnect.blog/2021/08/el-empleo-de-algoritmos-para-realizar-funciones-de-inspeccion-o-control-por-parte-de-la-administracion-y-su-encuadre-juridico/