Cambiar el precedente

¿Qué tan frecuente es que una Corte decida apartarse explícitamente de sus precedentes jurisprudenciales? ¿Cuándo lo hace, qué cambia y cómo lo hace? Aquí nos proponemos revisar -muy exploratoriamente, pero con la idea de tener algunos trazos gruesos para responder esas preguntas- la evolución de los eventos de “overruling”, que suponen una singularidad disruptiva -pero a la vez recurrente- en contextos judiciales donde impera el stare decisis o seguimiento del precedente.

Nos interesa poner el foco en la Corte Suprema de los Estados Unidos por el lugar de especial interés que tiene este tribunal como  “intérprete final” de un sistema que es madre de modelos de control de constitucionalidad, y cuya dinámica institucional, jurídica y política se encuentra exhaustivamente estudiada por la academia estadounidense y global. 

Y vamos a usar aquí el registro de overrulings que figura en el CONAN (por “Constitution Annotated”), el completo digesto sistematizado en forma de constitución comentada que desde 1913 mantiene la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (puede verse en este enlace) y que incluye lo que es nuestra materia prima: un registro de las decisiones en las que hubo overruling. Cabe acotar que esta lista -según su apartado metodológico– incluye solo las revocaciones “expresas”, en donde la Corte menciona explícitamente que el criterio fijado en su jurisprudencia previa era otro y proclama explícitamente su decisión de abandonarlo (lo que implica que no quedan en el listado los casos donde el sistema incorpora criterios nuevos pero en forma de “distinguishing”). 

Cuándo cambia: el overruling en el tiempo.

Nuestra primera indagación será la de revisar cómo se han distribuido en el tiempo los eventos de overruling. La serie histórica tomada de la base de CONAN nos muestra que los eventos de overruling eran esporádicos y escasos hasta 1950, con un solo punto de datos discordante que se dio en la década de 1940. Ese punto excepcional pronto quedaría ciertamente como la regla a partir de 1960, década que marca un pico con 39 casos de overruling (lo que implica una alta tasa de “renovación” del corpus jurisprudencial, a razón de casi cuatro fallos por año). 

A partir de ese pico, la tendencia sigue manteniendo números altos, pero consistentemente decrecientes, lo que se verifica y se agudiza hasta la época actual. Los datos del lustro 2020-2024 nos muestran entonces un tribunal que está en línea con la tendencia más histórica, pre-1950, donde el overruling resultaba un evento más bien aislado. 

Moraleja: la era de los grandes cambios (cambios que ciertamente son consustanciales a la agenda de tribunales activistas y de cambios progresistas en el sistema jurídico) tuvo un big bang, y se está yendo en fade.

Quiénes cambian: el overruling según presidencias de Corte.

Esta tendencia arrojará un panorama similar cuando en lugar de usar una periodización temporal lo hagamos en base a la forma habitual en nominar las distintas épocas de la Corte, a partir del nombre de su presidente. En el gráfico que sigue vemos la evolución de eventos de overruling en cada una de las sucesivas “Cortes” hasta la actualidad.

 

Se advierte de nuevo la singularidad antes vista en la década de 1940, ahora como específicamente asociada al período de la presidencia de Stone. Se trata de una presidencia relativamente breve (de 1941 a 1946) en la que buena parte de los cambios de jurisprudencia tienen que ver con la excepcionalidad de un sistema jurídico que actuaba en tiempos de guerra. Luego vendrán tres presidencias que cubren toda la segunda mitad del siglo XX: las presidencias de Earl Warren (de 1953 a 1969, siendo el último chief justice demócrata), de Warren Burger (1969 a 1986) y de William Rehnquist (que culminaría con su fallecimiento en 2005) y en todas ellas hay eventos de revocación que tienen un promedio superior a dos fallos de overruling por año..

Qué cambia: el overruling según antigüedad del precedente revocado.

Una variable importante que quisimos observar fue la antigüedad de los precedentes que son revertidos en un overruling

En la siguiente serie vemos el gráfico que surge de aislar, para cada década, los datos del promedio de brecha entre el fallo original y el revocatorio en todos los eventos de overruling del período. Un promedio de brecha amplia implica que los fallos que se están revocando son “antiguos” -corresponden a períodos más distantes- mientras que una brecha corta implica que las revocaciones corresponden en mayor medida a fallos “contemporáneos”, o recientes en el tiempo.

El gráfico (que cubre los últimos cien años de jurisprudencia de la Corte EE.UU.) muestra que la brecha se va ampliando progresivamente de forma continua hasta la década de 1990. No obstante, a partir de este siglo la brecha abandona esta evolución, fluctúa y finalmente cae drásticamente en la década actual.  

Esta métrica es una forma de medir la robustez intertemporal del stare decisis, de modo que cuando la media de fallos que son objeto de overruling decrece de esta forma estamos frente a un tribunal que no se limita a cambiar precedentes de larga data (y probable obsolescencia por razones fácticas, valorativas, o de incompatibilidad normativa) sino que está señalizando que todo el corpus de su jurisprudencia está expuesto a variaciones. Y eso es lo que sucede con la Corte Roberts como corte revisionista de sus predecesoras contemporáneas, lo que se refleja en el cambio de precedentes muy notorios como la jurisprudencia sobre aborto de “Roe v. Wade” (1973) discontinuada por “Dobbs” (2022) y “Chevron”,y el cambio de la  doctrina “Chevron” (1984) sobre revisión de actos regulatorios administrativos que se abandona en el caso “Loper v. Bright” (2024).

Cómo cambia: todo overruling es político.

Pero aquí no termina la historia, y ello requiere contar un poco del “cómo” cambian los precedentes. Como expone Adam Liptak en una nota del New York Times, “lo que distingue a la Corte de Roberts es la ideología”. Para ello recurre a los datos de otra base importante, la Supreme Court Database de la Universidad Washington de Saint Louis, en donde se tabula además el sentido del cambio en términos de precedentes “liberales” (progresistas) y “conservadores”. 

En ese escrutinio los datos hablan por sí solos: 

  • La Corte Warren hizo overruling con fallos de resultado liberal (progresista) el 92 % de las veces.
  • En las Cortes Burger y Rehnquist el cómputo arroja resultados paritarios, resultando de sentido liberal la mitad de los overruling registrados.
  • El número disminuyó al 35 % para la Corte de Roberts, y lo sigue haciendo: desde 2017 se encuentra en el orden del 31 %.

Esto nos lleva a preguntarnos: ¿debe la Corte mantener un equilibrio entre estabilidad y evolución jurisprudencial, o tiene el deber de adaptarse continuamente a los cambios sociales y políticos? ¿Qué criterios deberían guiar la decisión de revocar precedentes: su antigüedad, su obsolescencia, o la urgencia de nuevas realidades jurídicas? Además, ¿hasta qué punto la dominancia partidaria en la composición del tribunal afecta estas decisiones y su percepción pública de legitimidad? Y, finalmente, ¿puede un tribunal ser verdaderamente neutral si su orientación ideológica se traduce en una mayor o menor propensión a revocar precedentes?

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