En la última década en la academia hubo un debate intenso sobre el futuro de los derechos humanos. Tuvo en el centro el tipo de cambio que generaron los derechos humanos contemporáneos con su carácter eminentemente internacional. Hoy que están bajo un fuerte asedio, seguramente no eterno ni tampoco el último, quiero repasar las alternativas sobre su futuro que se plantearon en esa discusión y sus implicaciones en el contexto actual.
Empiezo por el contexto. Si bien la historia de los derechos humanos no es lineal, el asedio actual, en algunas de sus manifestaciones, apunta a los cimientos del sistema: a) el consenso internacional sobre un ideal de fraternidad que engloba a la humanidad (y que en los últimos tiempos se extendió a la naturaleza y a los seres vivos no humanos) y b) el monitoreo internacional de la conducta de los estados basado en el supuesto de su compromiso y el avergonzamiento por el incumplimiento. Frente al ideal de fraternidad, la deshumanización se ostenta con orgullo. El presidente de la principal potencia militar del mundo nos informó desde la oficina oval de sus planes para Gaza: convertirla en un desarrollo inmobiliario que no tiene en cuenta a sus habitantes, a los que condena al desplazamiento forzado. Frente a la fuerza de la vergüenza, la del descaro. El presidente de la Argentina, Javier Milei, promovió en sus redes sociales una criptomoneda que terminó en pocas horas en una estafa a miles de personas por millones de dólares y se exculpó a sí mismo porque utilizó sus redes personales para difundirlo. Por no hablar del orgullo de Bukele por tener sus cárceles llenas, o de la extensión de la prisión preventiva oficiosa en México, con instituciones de procuración de justicia cuyas prácticas violatorias de derechos están bien documentadas.
Sigo con el debate sobre el futuro de los derechos que en los últimos años se articuló alrededor de tres perspectivas. La que postulaba que hay razones para la esperanza, es decir, que no hay necesidad de hacer las cosas de otra manera. La que propuso su reinvención y la que nos propuso olvidarnos de ellos porque no son suficientes para enfrentar las desigualdades estructurales en el mundo.
¿Qué claves nos da esta discusión ante el escenario actual?
La primera perspectiva nos invitó a tener esperanza e insistir en el modelo. Parte de la base de que el asedio no es una excepción en la historia de los derechos humanos. Nos propone entender los derechos en el tiempo porque su lógica implica el cambio gradual en un horizonte largo. Ese horizonte no siempre es de avance y los ritmos del cambio a veces son lentos y otras más rápidos. Desde este punto de vista, el asedio actual no será eterno ni será el último por lo que hay que seguir señalando y manteniendo el ideal vigente con la cooperación de los actores que lo comparten. El discurso del secretario general de la Naciones Unidas en el Consejo de Derechos Humanos, es un ejemplo cabal de este razonamiento. Expresó que los derechos humanos son el oxígeno de la humanidad y que el autoritarismo y la violencia los están asfixiando, por lo que llamó a detener este curso apoyando al Consejo de Derechos humanos y cooperando para esto.
La segunda perspectiva, nos convocó a reinventar los derechos humanos. Reinventarlos no sólo por la autocratización o las disputas geopolíticas en el mundo sino también porque el propio sistema internacional se burocratizó y perdió su potencial transformador. Critica la centralización del sistema compuesto por un solo marco jurídico, cuyos intérpretes principales son grupos de personas expertas. La reinvención apunta a la descentralización y pluralización de los derechos humanos para incorporar otras concepciones y revitalizándolos desde abajo; desde los movimientos populares y sus saberes. Extendiendo estos lentes, el asedio actual afectaría específicamente al acuerdo internacional que critica, pero también, vía la deshumanización de sectores completos de la población, la represión. Genera entornos adversos para la descentralización y pluralización tanto por los contextos políticos que recurren a los regímenes de excepción, como por la emergencia de diferentes grupos que buscan reinterpretar los derechos humanos en clave restrictiva. El contexto pondrá barreras más altas que las acostumbradas a la pluralización y descentralización de los derechos.
La tercera perspectiva, nos señaló las limitaciones del ideal de los derechos humanos respecto de la igualdad distributiva y la lucha anticapitalista. Una de sus críticas a los derechos humanos se relaciona con la tendencia a la fragmentación de las demandas de los grupos oprimidos. Con los lentes de esta perspectiva, el asedio a los derechos humanos no sería un problema: lo que lo sería es la emergencia de ideales que asimilan la fraternidad con la debilidad.
Antes de comenzar a escribir este texto tenía una perspectiva más desesperanzada que ahora. La mirada de larga duración nos enseña que no es la falta de asedio sino la recurrencia del asedio lo que también impulsa el avance. La propuesta de reinvención nos llama la atención acerca de la multiplicidad de localizaciones y maneras desde las que pueden promoverse los derechos. Los espacios nacionales, internacionales y trasnacionales, los locales y los digitales. Además de los espacios estatales y profesionalizados, los no estatales, con sus propias epistemologías. La propuesta de la insuficiencia de los derechos, nos informa sobre las posibilidades de articular otros ideales de fraternidad como también la historia nos ha mostrado.
Estas alternativas, si bien remiten a soluciones diferentes que se han planteado como excluyentes, propongo hacer el ejercicio de considerar sus estrategias como complementarias. Esta complementariedad es posible pensando que los derechos humanos se realizan en muchas dimensiones y en varias claves. A escala internacional, nacional, local, digital. En ámbitos institucionalizados y no institucionalizados. Con actores oficiales y no oficiales. A través de los saberes tradicionales y los otros saberes. A través de estrategias de diálogo con las autoridades y a través de estrategias autónomas. Mediante herramientas jurídicas, de acción colectiva y políticas. En pocas palabras, en épocas duras más que limitar la acción hay que ampliarla.